Desde entonces han sido muchas las complicidades y proyectos en los que hemos colaborado y nuestra amistad ha ido creciendo con cada uno de ellos.
Para mí, hacer este CAMÍ con él, era de recibo. Fue justo cuando nos re-encontramos (porque en realidad nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Yo lo admiraba por sus trabajos con Los Los, desde mis tiempos de estudiante) que yo comencé a sentir la necesidad de cambiar de tercio y abandonar las artes escénicas. Nadie como Piero conocía mi necesidad, y el proceso de transformación que estaba viviendo.
Él sigue luchando en las trincheras de un teatro sin etiquetas y girando con espectáculos de éxito por medio mundo. A pesar de eso, sigue mis pasos desde la distancia y no me pierde de vista. Yo tampoco a él. Nos merecíamos este CAMÍ. Un encuentro. Otro más.
Para más inri, después de unas semanas de lluvias y mal tiempo, el día amaneció espléndido. El Canigó lucía sus primeras nieves, que llevaban semanas veladas por la bruma y la temperatura parecía hacer un receso en su descenso hacia el invierno.
A las diez de la mañana salíamos de Pontós rumbo a La Valleta, a pocos kilómetros de Llançà, en un pequeño valle escondido entre las montañas que separan La plana de la costa.
En el Land Rover yo intentaba explicarle a Piero lo que íbamos a hacer, pero él me detuvo. – Ya lo haremos Ernesto. No me lo cuentes. Lo haremos.
Y así fue. Lo hicimos. No teníamos mucho tiempo. En estas fechas los días son cortos. Pero cundió muchísimo. Recolectamos, bailamos, reímos, comimos y cómo suele pasar a su lado, creamos, sin casi percatarnos mil y un principios de posibles espectáculos.
El entorno no podía estar más acompasado con nuestro ánimo. Después de las lluvias, el agua del torrente bajaba impetuosa, llenando el espacio sonoro de una incesante vitalidad y urgencia. La calamenta (Satureja calamentis) y el capblanc (Lobularia marítima) tapizaban de blanco y morado los prados, y el romero (Rosmarinus officinalis) en flor, daba un aspecto harinado a las montañas circundantes.
Los càdes (Juniperus oxycedrus) lucían su verde más intenso, preparados ya para recibir sus frutos de invierno mientras los saucegatillos (Vitex agnus-castus) de las riveras, presentaban un aspecto lamentable y deshojado, con sus olorosas semillas dispuestas como sonajeros.
Yo sólo tenía que colocar la cámara. Él se encargaba de mantener un dialogo intenso con las plantas, con el entorno y consigo mismo. El resultado esta en esta pequeña joya audiovisual:
Este CAMÍ, no es solo la captura de un lugar, un tiempo y un paisaje específico. Encierra además la esencia de una amistad mayúscula entre dos hombres.
Destila las miradas, los silencios y los gestos emocionados de dos seres que se dan el tiempo de encontrarse cada vez que se ven.
Hay mucha potencialidad en estas botellitas. Mucha.