
Los responsables de esta y otras tantas maravillosas expediciones marítimas son estos dos hombres barbudos y felices que pasan por ser mis amigos. Larry y Xavi (co-fundador de la marca), son los propietarios y capitanes del Gina, la embarcación insignia de Bravanariz en sus incursiones por mar.
El parque natural de Cap de creus, posee rincones de una belleza incontestable. Por tierra, a pié, puedes llegar a muchas de sus calas, pero algunas de ellas sólo guardan sus encantos para los hombres de mar. En esas calas, la vegetación conserva todo su personalidad y a pesar de que, durante el verano, las lanchas motoras escupan en sus orillas comandos de intrépidos exploradores de chancleta apestando a crema solar, su poco interés por la botánica del lugar mantiene a sus plantas a salvo.
Para evitar a los guiris (incluso en septiembre) lo mejor es llegar al caer la tarde, fondear antes de que se ponga el sol y explorar a primera hora de la mañana. Y así es como lo hacemos. No sin antes pegarnos una buena navegada lidiando con el viento del golfo de Roses.
Yo me encargo de la intendencia y de cocinar. Me gusta ser útil, y en un barco, donde hay capitán sobran marineros. En cubierta intento molestar lo menos posible, pero con «las perolas» no hay quien me gane. Las cenas en el Gina, mecidos por el mar, tras unas cuantas buenas ceñidas, son memorables, no tanto por mis dotes culinarias, sino por las conversaciones, que de forma inevitable adquieren una hondura poco acostumbrada. El mar, propicia los grandes temas. Lo anecdótico se autocensura. Si no hay nada que decir, el silencio se impone, creando espacio, abriendo potencialidades. El entorno ayuda. En estas imágenes, fondeados en Cala Joncols e iluminados por la luna, podíamos sentir el choque térmico de las rocas, largas horas expuestas al sol. Calor mineral. Sin palabras. Rodeados de estas maravillas, uno se lo piensa dos veces antes de decir ninguna tontería, y la emoción le lleva a uno a hablar desde el corazón. Y corazón, a estos dos amigos míos, no les falta.
Despertamos con las primeras luces, y sin contemplaciones, y en pelotas, se impone un baño reparador (a la hondura de las conversaciones le acompañó, como era de esperar, la elocuencia de buenos vinos y otros caldos). Tras el desayuno, impaciente, inicié mi exploración en solitario. Ajos silvestres (Allium usrinum), siemprevivas (Helichrysum stoechas), hinojo marino (Crithmum maritimum), chumberas (Opuntia ficus-indica), cantueso (Lavandula stoechas), estepas (Cistus) i un nuevo descubrimiento: el donzell marí, la artemisa del lugar (Artemisia gallica). No hay paseo o expedición que no suponga uno o más hallazgos interesantes. El aroma del donzell marí, es de una elegancia y delicadeza que sorprende en estas latitudes. Sin duda, una nota a tener en cuenta para futuras formulaciones.